Embajada Mora

Embajada Mora y Cristiana 2023

¡Torre gentil, torre mora!
¡Con cuán indecible pena
te contemplan hoy mis ojos
que amargas lágrimas llenan!
Triste y vencido a ti llego,
y mi pena se acrecienta
al contemplar profanada
tu musulmana belleza.
Tú, la joya del muslim,
insigne obra maestra
de los alarifes moros,
gimes hoy cautiva y presa
sufriendo el cruel sonrojo
de sentir en tus almenas
el ondear triunfante al viento
de las cristianas banderas.
Tú, que eres como una hurí
para el edén del Profeta;
tú, bellísima odalisca,
que cristalizada en piedra
pones en la adusta Mola
sonrisas de bayadera,
lloras hoy aherrojada
pues la suerte le fue adversa
al árabe, que vencido
en lucha cruel y fiera,
al rendirse ante el cristiano
te cedió como presea.
¡Torre de las Tres Esquinas
en cuyas nobles almenas
ondeó el verde estandarte
de los hijos del Profeta!
Hoy te contemplan mis ojos
como envuelta entre tinieblas
al perder la clara luz
de la Media Luna excelsa.
Maldita la infortunada
hora en que la suerte adversa
te arrebató de la manos
que moldearon tu belleza.
Tú eres la excelsa atalaya
que el riente valle otea
por donde el Vinalopó
sus limpias aguas pasea.
Y al mirarte entre sus linfas,
eres como una princesa
cuya sonrisa ilumina
el cielo azul de su vega.
El triple filo aguzado
de tus aristas de piedra
es triple arma para el moro
que te dio vida y esencia;
una hiere como hiere
la cimitarra agarena;
otra hiende como el corvo
alfanje en dura pelea;
y la tercera huir quiere
de simulada ballesta
para herir al enemigo
como una aguda saeta.
¡Cómo permitió el Destino
que con tan marcadas huellas
de ascendencia musulmana
en la lucha sucumbieras
para llorar hoy vencida,
cautiva en manos ajenas!
Hoy son cristianas las manos
que orgullosas te detentan,
las que en la enconada lucha
de una secular contienda
le van disputando al moro
cada palmo de esta tierra.
Y en la triste coyuntura
de infortunada pelea,
tus legítimos señores
vieron cómo en tus almenas
se arriaba la Media Luna
en menguante de honda pena
y en triunfo izaban la Cruz
de las cristianas enseñas.
Mas ¡Vive Alá! No es el moro
muñeco de blanda cera
que se derrita a la llama
de una circunstancia adversa.
El Islam salió triunfante
en las más duras empresas.
Jamás el árabe altivo
humilló su alta cabeza.
Ni el infortunio le abate
ni los peligros le arredran.
Y si la voluble suerte
sus favores hoy le niega,
al empuje de su alfanje
sabrá torcer su veleta.
¡Torre de las Tres Esquinas
en manos cristianas presa!
Yo te juro firmemente
por Mahoma, mi Profeta,
que antes que tus muros bañe
la luz de la luna llena,
volverán a ondear triunfantes
sobre tus piedras cimeras
los invictos estandartes
de las huestes agarenas.
En gloriosa reconquista
tú volverás a ser nuestra,
y contigo este torreón,
y los muros que te cercan,
y las aguas de este río,
y las tierras de esta vega.
Hoy vengo aquí, ante el cristiano,
en misión de paz y tregua;
y en amistosa embajada,
sincero mas sin bajeza,
le pediré noblemente
que a los moros te devuelva.
Que te devuelva sin lucha,
de buena amistad en prueba,
reconociendo en justicia
que eres nuestra y sólo nuestra.
Mas si obstinado y altivo
en retenerte se empeña,
yo te juro por Alá
que he de recamar tus piedras
con sangre de los cristianos;
y al doblegar su soberbia,
he de poner sobre ti,
por almenas, sus cabezas.
¡Ah del castillo! ¿Quién vive?
¡Ah de la torre galana!
Centinela que en su adarve
montas vigilante guardia.
Oye mi voz.

Embajador Moro

Centinela Cristiano

¿ Qué me quieres ?

Que desde esa atalaya
escuches atentamente
mis amistosas palabras.
Hoy vengo a parlamentar
con quien comanda esta plaza.
Es de paz mi comisión
y de amistad mi embajada.

Embajador Moro

Centinela Cristiano

Permite, moro, que dude
de tu amistad solapada.
¿Cuándo el odiado invasor
de nuestra ofendida patria
ha albergado sentimiento
tan noble en su oscura alma
para ofrendarlo al cristiano?
¿No esconderás una daga
con el filo envenenado
en tus melifluas palabras,
igual que se esconde el áspid
de un jardín entre las plantas?
Desde el África nativa
que os abortó entre sus zarzas
irrumpisteis como hienas
en nuestra dolida patria
cuyas seculares puertas
os franqueó traición taimada.
Y cual la sucia langosta
del desierto que os abrasa
llegasteis a Andalucía
como una bíblica plaga.
Contra toda ley y fuero
invadisteis nuestra patria
pretendiendo en vuestro orgullo
a vuestra ley sojuzgarla.
En doliente cautiverio,
escarnecida y vejada,
pretendéis que para siempre
al Islam quede aherrojada.
Mas yo te aseguro, moro,
que a la luz de la Cruz santa,
tan villana felonía
jamás veréis consumada.
Olvidáis que somos hijos
de Sagunto y de Numancia.
Desde los riscos de Asturias
en la gruta sacrosanta
emprendió el noble Pelayo
al empuje de su espada
la misión rescatadora
de barreros hasta el África
como una inmunda basura
que hoy ensucia nuestra patria.
Y ¡vive Dios! que sus nietos
os la tenemos jurada
y no cejaremos nunca
en nuestra dura batalla
hasta ver de Don Pelayo
la alta empresa coronada.
Siendo así, moro, yo dudo
que el capitán de esta plaza
se avenga a escuchar paciente
tu fementida embajada.
Harías bien en marcharte.

Reprime vil alimaña,
tu descortés insolencia,
tu soberbia infatuada,
tu estúpida altanería
y tu mísera jactancia.
Calla tu lengua plebeya
si no quieres que en mi rabia
escale esos recios muros
para escupirla y hollarla
y cortártela al cercén
de un golpe de cimitarra.
No eres tú a quien yo requiero,
soldado de baja laya.
Yo llevo sangre de emires
por mis venas derramada
y ¡por Alá! No consiento,
comadreja deslenguada,
que un gusano como tú
la inficione con su baba.
Harto hice con mostrarme,
fiado en apariencias vanas,
noblemente comedido
en mis corteses palabras.
No eres tú a quien yo requiero.
Hoy vengo en son de embajada
y escucharla sólo atañe
al capitán de esta plaza.
Apártate de mi vista
y cumple sin más tardanza
ni usurpación de funciones
la misión a ti confiada.

Embajador Moro

Embajador Cristiano

Dios te guarde, noble moro.
Sé bienvenido a esta plaza.
¿Cuál es de tu fiero enojo
la escondida y cierta causa?

Que Alá te guarde, cristiano.
Y, en verdad, que me gustara
hablarte sin el veneno
de la rabia que me embarga.

Embajador Moro

Embajador Cristiano

Sosiégate, musulmán.
Dispuesta hallarás mi alma
para escuchar las razones
de la ira que te atenaza.

Gracias mil, noble cristiano,
por tus amables palabras…
Yo he llegado ante los muros
de esta torre venerada;
con mi oriental cortesía,
al soldado que la guarda
requerí para que oyera
mi comedida demanda;
y el soldado respondióme
con soberbia destemplanza…

Embajador Moro

Embajador Cristiano

Hiciste mal, centinela,
muy mal. Y en Dios y en mi ánima
que tu insolencia será
duramente castigada.
No es cristiana la actitud
ni siquiera lo es humana de
quien al rival que ofrece
la mano en noble embajada,
la escupe con insolencia
y con rencor la rechaza.
¿Olvidas que entre nosotros,
según reza nuestra máxima,
lo cortés nunca le quita
a lo valiente…?
Ahora marcha.
Y tú disculpa al soldado
que en su pasión exaltada
no detuvo ante la ofensa
su desmedida palabra.
Advierte que cada hombre
de mi brava y noble raza
cree llevar un Cid Rodrigo
en lo profundo de su alma.
Dime en paz, insigne moro,
de tu embajada el objeto.

Agradezco tu nobleza,
distinguido caballero,
y fiado en ella, tranquilo,
en nombre de Alá ya empiezo.
Tú no ignoras ciertamente
que mi valeroso pueblo
a quien impiden medrar
las arenas del desierto,
pisó un día vuestras costas
noblemente pretendiendo
en vuestro caduco tronco
injertar joven renuevo.
En intestinas querellas,
vuestros divididos reinos
se debaten torpemente
entre luchas y recelos.
Sois como triste rebaño
abandonado y disperso,
sin un pastor que os congregue
con su prudencia y su celo
en un único redil
que os dé cobijo y sustento.
Sois una raza valiente,
no dudo en reconocerlo;
pero malgastáis en balde
vuestros ímpetus y esfuerzos.
Vuestra nobleza rebelde,
vuestros pueblos descontentos,
con sus luchas y rencillas
impiden todo gobierno
socavando de los reyes
los ya débiles cimientos.
Por eso, en nombre del mío,
hoy en embajada vengo.
Vengo a traeros venturas,
vengo la paz a ofreceros
y a terminar para siempre
con las luchas y recelos
que desde siglos separan
a cristianos de agarenos.
Mi monarca, que en Granada
tiene el trono de su reino,
se apresta a la reconquista,
palmo a palmo, de este suelo,
desde L´ Andalús a Asturias,
desde el Algarbe hasta el Ebro,
pues tan vasto territorio
nuestro fue y ha de ser nuestro.
Mas antes de que en combate
se entrecrucen los aceros
de la espada del cristiano
y el alfanje sarraceno,
magnánimo y generoso
quiere la paz ofreceros.
Pero la paz que os ofrece
os la ofrece a justo precio.
Estas son las condiciones
que por mi rey yo os presento:
rendiréis este castillo
con su territorio anejo,
con sus huertas y heredades,
con sus casas y sus predios.
Tendréis que reconocer
al rey moro por rey vuestro,
y él, en cambio, os reconoce
por vasallos caballeros,
respetando vuestras tierras,
respetando vuestros templos,
vuestros usos y costumbres,
vuestros legítimos fueros.
Seréis muy considerados
y tratados con respeto;
si la lealtad os abona
llegaréis hasta el gobierno
y la dirección conjunta
de los asuntos del reino.
De esta forma, cancelados
luchas y rencores viejos,
cristianos y musulmanes,
juntos en común empeño,
formaremos para siempre
un solo y pujante pueblo.
Revivirá con su pompa
la gloria de aquellos tiempos
del califato de Córdoba
que deslumbró al mundo entero.
Y esta torre musulmana,
este monumento nuestro,
se sumará jubilosa
al artístico cortejo
que forman en estas tierras
los árabes monumentos:
la Giralda de Sevilla,
un lirio de piedra esbelto;
y la mezquita de Córdoba,
columnas de un bosque pétreo;
y la Alhambra de Granada,
un edén para el ensueño.
Y éste ha sido, noble amigo,
de mi embajada el objeto.
Ahora con impaciencia,
tu contestación espero.

Embajador Moro

Embajador Cristiano

Si no te abonara, moro,
tu credencial de embajada
ni resultara evidente
la intención de tus palabras,
creyera que tu alegato
fuera tan sólo una chanza.
Mas no lo fue, y por no serlo,
cada una de tus palabras
se ha clavado arteramente
como un puñal, en mi alma.
¿Qué título te autoriza
o qué derecho te ampara
para juzgar nuestros pleitos
que, al fin, son pleitos de casa?
¿No crees que, al hacerlo, ves
en nuestros ojos la paja
sin ver que tenéis los vuestros
con la viga atravesada?
Pronto os habéis olvidado
de vuestros reinos de taifas.
Y aun hoy mismo ¿no tenéis
sediciones y algaradas,
rebeliones y motines
en vuestra propia Granada?
Y aunque fuerais un modelo
de unidad y de pujanza,
¿con qué derecho o razón
queréis que esta tierra amada
quede a vuestro yugo uncida
como una mísera esclava?
Esta tierra es tierra nuestra.
Vosotros, en hora mala,
como odiados invasores
sólo queréis sojuzgarla.
Mal conoces, moro altivo,
el temple de nuestra raza.
Somos un pueblo rabioso
de su independencia patria.
Testigos cualificados
son en la historia pasada
las tropas cartaginesas
y las legiones romanas.
Jamás se verá esta tierra
por el Islam sojuzgada
porque corre por sus venas
la noble sangre cristiana.
Dígalo la humilde ermita
que tienes a tus espaldas.
En ella nos da lecciones
de amor a Cristo la Santa
que fue a sus pies penitente
si antes caída en Magdala.
Así, pues, moro arrogante,
repudiamos vuestra alianza
y la dudosa grandeza
que según tú nos aguarda
si con ella nuestra fe
ha de ser pisoteada
y la libertad perdida
entre argollas musulmanas.
¡Ahora comprendo y disculpo
la soberbia destemplanza
de mi bravo centinela
al escuchar tus palabras!
Esta torre primorosa
que tú llamas musulmana,
jamás lo ha sido, que es obra
de los cristianos monarcas;
y por ser obra de reyes
que veneran la Cruz santa,
desde su base a su almena
es cristiana y muy cristiana.
En vano esperas si esperas
que vencida y humillada
vaya a sumarse al cortejo
de tus torres musulmanas.
Son ellas las que algún día,
cuando sean rescatadas,
serán soberbios florones
de la corona de España.

Asombrado estoy, cristiano,
de tu respuesta insensata.
Vengo la paz a ofrecerte
y tú, altivo, la rechazas.
Reflexiona nuevamente
con tranquilidad y calma.
Es la suerte de tu pueblo
que arriesgas en tu jugada.
Negociemos como amigos
el futuro de tu patria.

Embajador Moro

Embajador Cristiano

Mi patria no es un objeto
de transacción calculada.
Es cuestión a dirimir
entre tu alfanje y mi espada.

¿Luego rechazas mi oferta?

Embajador Moro

Embajador Cristiano

Con todas mis fuerzas.

¡Basta!
Tú lo has querido, cristiano.
Si en tu terca pertinacia
quieres guerra, tendrás guerra;
y te juro por las barbas
de Mahoma, mi profeta,
que en trozos rota tu espada
habrás de morder el polvo
en el campo de batalla.
Tú lo has querido, cristiano.

Embajador Moro

Embajador Cristiano

Dios lo quiere. Y eso basta.

Pronto en lo alto de esa almena
clavaré invencible el asta
del estandarte en que ondea
la Media Luna preclara.

Embajador Moro

Embajador Cristiano

En vano será si en ella
triunfante está la Cruz Santa.

El moro sabrá abatirla.

Embajador Moro

Embajador Cristiano

Y el cristiano levantarla.

¡A la lucha! ¡Por Mahoma!

Embajador Moro

Embajador Cristiano

A luchar! ¡Por la Cruz santa!
¡Que María Magdalena
aboga por nuestra causa

¡Por Alá!

Embajador Moro

Embajador Cristiano

Por Jesucristo!
¡Por nuestra fe y nuestra patria!